miércoles, 24 de abril de 2013

Elegidos para la misión



“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” 1 Pedro 2:9.

En este texto encontramos cuatro razones por las cuales debemos involucrarnos y comprometernos con la misión de Cristo. La primera es la elección. Las personas rinden examen de ingreso, presentan currículo, se postulan, otras hasta se corrompen procurando ser elegidas o aprobadas. La verdad es que es bueno ser elegido.

El ser humano tiene ciertos criterios para hacer una elección. Es el resultado de algún mérito, capacidad o incluso la formación de la persona elegida. Sin embargo hay excepciones. Al contrario del criterio humano, Dios nos eligió a pesar de no tener ningún mérito. Como dice Elena de White: “Vuestro único mérito es vuestra gran necesidad” (CSS p. 592). No poseemos nada que nos recomiende al favor divino.

La segunda razón que encontramos en el texto es sacerdocio real. En el Antiguo Testamento el pueblo de Dios poseía un sacerdocio cuyo sacerdote era un tipo de Cristo. En la nueva dispensación se concede a cada creyente el privilegio de identificarse con el sacerdocio de Cristo. Esta identificación ocurre en el sentido de que cada creyente en Cristo puede “llegar al trono de la gracia” y presentarse delante del Monarca del Universo. La tercera razón para la misión que encontramos en este texto es nación santa. Una perfecta identificación con Cristo nos lleva a la santidad. Por último, la cuarta y última razón es “pueblo adquirido”. El precio de esta adquisición costó la vida del Salvador. Como dice el apóstol “rescatados… por la sangre preciosa”.

Estimado, este punto no le deja al pecador otra opción si no: “Proclamar las virtudes de aquel que lo llamó de las tinieblas a su luz admirable” El privilegio de la elección nos debe impulsar a cumplir la misión. Nadie es elegido para no hacer nada. No existe elección para la indolencia. La ociosidad no corresponde al precio del rescate.

La identificación con el sacerdocio de Cristo debe llevarnos a la santidad, pero también debe conducirnos a anunciar el reino de Dios como lo hizo Jesús. De lo contrario la identificación no corresponde al anti tipo. Una comprensión correcta de esos privilegios nos inducirá a cumplir la misión. Si con tales privilegios no nos comprometemos nada más nos hará comprometer.

Que la comprensión de esos privilegios nos lleve a ser fieles a  la elevada vocación de nuestra profesión, como es nuestra elección en Cristo. Nos lleve a cumplir la misión.

Eder Alves, pastor

lunes, 8 de abril de 2013

NO DEJES PASAR UN MINUTO


“Así dice el SEÑOR: «Se oye un grito en Ramá, lamentos y amargo llanto. Es Raquel, que llora por sus hijos y no quiere ser consolada; ¡sus hijos ya no existen!»” (Jeremías 31:15 NVI)

Hay eventos que te ponen triste, pero la muerte de un hijo debe ser devastador. “Debe ser” porque no lo sé, ayer me enteré que un amigo ya lo sabe. Me puse a ver las fotos de su hijo, y  la mirada llena de vida de ese muchacho me puso triste, porque esa mirada se cerró y abrió la mayor herida que un padre puede experimentar: enterrar a un hijo.
Me puse a pensar en mi amigo, en su familia, en esos momentos trágicos y me acordé que yo también tengo hijos. Salté de mi silla y fui a la habitación de mi hijo mayor y el muchacho dormía. Me acerqué a él y pude sentir su respiración suave, y al tocar su mejilla, su rostro dibujó una leve sonrisa, me puse a llorar. Allí estaba mi hijo, vivo, sano y algunas preguntas me taladraron la mente: “¿Cómo lo haz tratado hoy?, ¿pasaste tiempo con él?, ¿te acercaste a saber sus sentimientos o solo a reclamarle lo que hizo mal?, ¿te has olvidado que ya es un jovencito y qué él necesita un amigo en quién confiar?, ¿eres el padre que él necesita?, ¿vas a reaccionar cuando se vaya de la casa o cuando suceda alguna desgracia?”, estaba aturdido. De repente, observé bien, y allí cerca dormía el otro muchachito, muy singular, abrazado a un viejo muñeco navideño de brazos largos, las preguntas y reflexiones se hicieron más intensas: “¿Por qué abraza a ese muñeco de trapo?, ¡quizás andas tan apurado que no te detienes a abrazarlo y recordarle cuanto lo amas!, ¿acaso no recuerdas que a él le encanta hablar, y muchas veces lo haz cortado con un ʻmi hijo después me cuentasʼ, ¡y ese ʻdespuésʼ nunca llega. ¿No te has dado cuenta que siempre se acerca y te dice ʻpapito tengo algo que contarte, pero lo haré después porque sé que estás ocupadoʼ? ¡Oh Señor! Ese muchacho es más sabio que yo”. Por segundos reaccioné porque al lado duerme una nena, que es la menor de los tres hijos que tengo. Y de un salto estaba al lado de ella, y al verla allí, durmiendo plácidamente, abrigadita y bella, le dije, como siempre le digo: “palomita preciosa”, pero, “¿es preciosa de verdad?, porque lo precioso se cuida, se trata con delicadeza, se guarda en el mejor rincón. ¿Te diste cuenta que una nena?, es especial, dócil y necesita ser tratada de una forma distinta, ¿acaso te va pedir que juegues con ella con una pelota de fútbol o con carritos?” ella quiere jugar a la cocinita y que peines a sus muñecas”. Ya no podía con todas mis reflexiones, sentía un peso tan grande.
El profeta Jeremías exclamó: “Así dice el SEÑOR: «Se oye un grito en Ramá, lamentos y amargo llanto. Es Raquel, que llora por sus hijos y no quiere ser consolada; ¡sus hijos ya no existen!»”, profetizando el llanto desesperado de las mujeres judías, cuando los soldados romanos, por orden de Herodes, arrebataban a sus pequeños hijos para darles muerte. Este gobernante quería matar al Mesías nacido, al futuro Rey de Israel, como le comentaron unos sabios que llegaron a Jerusalén
padre-hijo-1
 procedentes del Oriente.[1] Esas mujeres perdieron a sus hijos, no pudieron evitar sus muertes.

Y esa es la verdad, esas pobres mujeres no pudieron con la fuerza de esos soldados, ni pudieron evitar salvar a sus hijos de la muerte. Sin embargo, allí frente a mis hijos, entendí que no puedo evitar que mueran, pero si puedo aprovechar el tiempo que los tengo. Puedo hacer que se sientan amados e importantes, puedo parar mis actividades porque sus actividades también son importantes, puedo ser el amigo que mis hijos necesitan, el sacerdote que guíe sus vidas. Puedo entender que quieren jugar a la pelota conmigo y que la nena quiere que me siente  en su mesita y que haga voces con sus muñecos y que juegue al restaurant. No puedo parar el tiempo, ni las despedidas, pero si puedo abrazarlos ahora y recordarles que los amo.
Los hijos necesitan de sus padres, y ellos deben entender que el tiempo con sus hijos, es lo que marcará sus vidas más que cualquier regalo.  White decía que “no hay cometido mayor que el que ha sido confiado a los padres en lo que se refiere al cuidado y la educación de sus hijos. Los padres echan los fundamentos mismos de los hábitos y del carácter. Su ejemplo y enseñanza son lo que decide mayormente la vida futura de sus hijos”,[2]y para que esto sea una realidad se requiere tiempo.
Mi amigo (a) si eres padre (madre), que privilegio y responsabilidad haz adquirido, pero no te conviertas en un padre (madre) que llore desconsoladamente frente a una muerte que no puede evitar, si haz de llorar hazlo ahora, pero llora porque estás dejando pasar el tiempo, o porque todo es más importante en tu agenda y no hay espacio para tus hijos. Llora si piensas que dándole la ropa o lo que te piden, es suficiente; llora si eres capaz de sonreír y consolar a todo el mundo, pero tus chicos viven pensando que ya llegará el día cuando le cumplas la promesa que siempre le dices: “después lo haremos”.
Deseo que el Señor de consuelo aquellos padres que han perdido a un hijo, pero deseo aún más, para aquellos que tienen a sus hijos vivos,  que hoy comiencen a recuperar el tiempo, que paren un momento, que tomen la pelota, la muñeca o la guitarra y sean parte de su mundo. Un momento con tus hijos, será para ellos una eternidad.

Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla  y un poquito antes del retorno de Cristo…
Ubícame en la página web: www.poder1844.org 

[1] Mateo 2:1 NVI
[2] Conflicto y valor, 09 de agosto.

martes, 2 de abril de 2013

Seis Puntos clave sobre la predicación



La semana pasada subí una entrada sobre la confianza absoluta que Pablo tenía en el evangelio. Cuando el evangelio es predicado, argumenta Pablo, su efecto es siempre 100% eficaz de acuerdo al plan que Dios ha establecido; por eso a Pablo no le importaba demasiado (o en un último término) la motivación equivocada que algunos tenían a la hora de predicar siempre y cuando Cristo fuera anunciado. Ahora bien, para Pablo el medio de transmitir el mensaje del evangelio era básicamente uno… la predicación.
Últimamente se vuelve a escuchar (tal vez realmente nunca se ha dejado de escuchar) que en lugar de predicar tanto, lo que la iglesia debería estar haciendo es preocuparse por las “verdaderas necesidades” de la gente. Ya a mediados del siglo pasado el Dr. Martyn Lloyd Jones tuvo que hacer frente a argumentos muy parecidos a los que hoy día todavía escuchamos o que incluso se nos presentan como novedosos. En otras entradas de este blog o consultando los artículos de Tim Keller en Redeemer City to City, podéis leer más sobre el tema. Pero en esta ocasión, he querido traducir la siguiente reflexión a la que nos invita Tim Challies en su popular blog sobre los aspectos más destacables del pensamiento de Pablo sobre la predicación, al considerarla no cómo un método (que según el tiempo o la época pueda ser más o menos relevante), sino como de hecho el medio que Dios mismo ha decidido emplear para comunicarnos el mensaje de salvación -el evangelio- en Jesucristo.
El apóstol Pablo tenía mucho que decir sobre el tema de la predicación, pero creo que una gran parte de lo que dijo puede ser agrupado bajo seis encabezados o ideas principales. Por supuesto, de cada uno de ellos se puede extraer una enseñanza específica, pero creo que vale la pena mirarlos desde una perspectiva lo más amplia posible. Los siguientes puntos resumen lo que Pablo tiene que decir sobre cómo predicar la Palabra de Dios:
1) La predicación no es un ejercicio de oratoria
  • Por lo cual Dios mismo, con su propia sabiduría, decidió salvar a los creyentes mediante la predicación de un mensaje que el mundo tacha de locura. Porque sucede que los judíos piden señales que confirmen lo que se les anuncia, y los griegos buscan la sabiduría a través de la filosofía. Así, cuando nosotros predicamos que Cristo murió en la cruz para salvarnos, los judíos se sienten perturbados, y los griegos dicen que estamos locos. (1 Corintios 1:21-23)
2) La predicación es el medio que Dios mismo ha decidido utilizar para salvar a su pueblo. 
  • ¿Cómo van a invocar el nombre de alguien en quien no creen? ¿Y cómo van a creer en aquel de quien nunca oyeron hablar? ¿Y cómo van a oír, si nadie les predica? ¿Y cómo irán a predicarles, si nadie los envía? A eso se refieren las Escrituras cuando dicen: ¡Qué hermosos son los pies de los que proclaman el evangelio, de los que pregonan la buena noticia de la salvación! (Romanos 10:14-15)
  • sean ellos, sea yo, os hemos predicado el evangelio, y en él habéis creído vosotros. (1 Corintios 15:11)
3) La predicación existe por y para el evangelio
  • Y si Cristo no resucitó, nuestra predicación es vana, y vana es también la fe que en Dios habéis depositado. (1 Corintios 15:14)
  • Y conste que no me estoy ufanando de este trabajo mío de anunciar el evangelio, porque para mí, más que un trabajo es una necesidad. ¡Y ay de mí si dejara de anunciarlo! (1 Corintios 9:16)
  • Que la maldición de Dios caiga sobre cualquiera, sea uno de nosotros o un ángel del cielo, que os predique un evangelio diferente del que yo os he predicado. Lo repito: si alguien os predica un evangelio diferente del que un día recibisteis, que la maldición de Dios caiga sobre él. (Gálatas 1:8-9)
 4) Ser predicador no lo hace uno cristiano (tampoco lo convierte en un gran cristiano)
  • Ciertamente algunos predican a Cristo por envidias personales o por el simple afán de discutir (Filipenses 1:15)
  • Disciplino mi propio cuerpo y lo trato con rigor, para que me esté sometido en servidumbre y no suceda que, después de haber llamado e inscrito a otros en la carrera, yo mismo resulte eliminado. (1 Corintios 9:27)
5) La predicación fiel requiere esfuerzo y trabajo, y muchos no lo valoran
  • Te encarezco delante de Dios y de Cristo Jesús, quien juzgará a los vivos y a los muertos cuando venga para manifestarse y establecer su reino, que prediques la palabra de Dios, insistiendo en ella a tiempo y a destiempo. Argumenta para convencer, reprende si es necesario y exhorta con toda paciencia, porque va a llegar el día en que muchos, aun teniendo deseos de aprender, no querrán escuchar la enseñanza de la verdad. Seguirán en cambio a ciertos maestros que solo les dirán lo que ellos deseen oír. En vez de prestar atención a la verdad, se volverán a mitos sin sentido. (2 Timothy 4:1-4)
 6) El predicador fiel debería ser honrado y compensado por su trabajo
  • Los ancianos que gobiernan la iglesia y lo hacen bien, y en especial aquellos que están encargados de la predicación y la enseñanza, merecen ser tenidos por doblemente dignos de su salario. No olvidemos lo que dice la Escritura: No le pongas bozal al buey que está trillando, y también: El obrero es merecedor de su salario. (1 Timoteo 5:17-18)
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* Artículo traducido y adaptado del original (en inglés) que puedes leer aquí

Fuente: Kerigma . Net
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