lunes, 25 de junio de 2012

EL HOMBRE QUE MÁS NECESITABA A JESÚS


(Juan 3:1-17)

Objetivo: Por medio de la historia de Nicodemo, mostrar que la mayor necesidad de una persona es conocer experimentalmente al Señor para poder ser salvo.  Hay un grave peligro en mantener un mero conocimiento teórico.

Introducción
  1. Si te preguntaras cual de todas las personas que tuvo un encuentro con Jesús fue la más necesitada, ¿A cual elegirías?  Quizás pensarías en la mujer enferma por 12 años. O de pronto al ciego Bartimeo que gritaba a Jesús pidiéndole ser sanado. O tal vez pensarías en alguno de los leprosos.  Se estaban muriendo de una manera cruel.  Es posible que venga a tu mente Lázaro, tenía 4 días de estar muerto cuando Jesús llegó. O quizás pienses en María Magdalena, el Señor echó  demonios fuera de ella.
  2. Sin duda alguna todas esas personas necesitaban urgentemente un encuentro con Jesús.   Pero creo que quizás el más necesitado de todos pasaría inadvertido en nuestra búsqueda.  Su caso no era evidentemente dramático.  No estaba enfermo, no era conocido por ser un pecador, no padecía necesidades, gozaba de respeto, riquezas y una buena posición social.  Pero a mi juicio era quien más necesitaba encontrarse con Jesús.

El “Vencedor de un Pueblo”
  1. Leer Juan 3:1.  Juan en este versículo nos introduce a un hombre aparentemente muy especial: Nicodemo, su nombre es griego y significa “vencedor de un pueblo”.  Tenía algunas características muy especiales.  Lo primero, era fariseo.  Esto significaba que era profundamente religioso.  No se avergonzaba de serlo ni lo quería ocultar.  Su religiosidad lo llevaba a hacer cosas que quizás hoy consideraríamos excesivas.  Por ejemplo, a orar varias veces al día en horas determinadas en el lugar que fuera.  Muy posiblemente en voz alta.  A ayunar dos veces a la semana.  A ser tan estricto en llevar sus diezmos y ofrendas al Señor, que aun diezmaba las hiervas útiles de su jardín.
  2. Pero Juan nos dice que era un dirigente.  Eso significa que era miembro del cuerpo colegiado más importante de su nación en ese momento: el Sanedrín.  Había muchos fariseos.  Pero no había muchos fariseos que fueran del Sanedrín.  Así que eso lo hacía especial dentro de ese grupo.
  3. En el dialogo que sostiene con Jesús, (vrs. 10), el Señor le dice que es un maestro.  Otra competencia que lo hacía especial.  Para ser un maestro, se necesitaba un conocimiento exhaustivo de las Escrituras. Tenía que conocer los libros de los grandes maestros de Israel. Debía poder recitar de memoria grandes porciones de los profetas.  Ser un conocedor de las muchas leyes y requisitos que se tenían en Israel. 
  4. Alguien con esas características, tenía una posición económica privilegiada y una posición social envidiable. Ese era Nicodemo. No es de extrañar que llevara el nombre que llevaba.  En este momento ustedes pueden estarse preguntando porque elegí a Nicodemo como el más necesitado de los que se encontró con Jesús.
El “Vencedor de un Pueblo”, vencido
  1. Nicodemo se aproximó a Jesús como un experto a calificar su trabajo.  No se aproximó a preguntar.  No tenía preguntas para Jesús.  El vino a mostrarle a Jesús lo que el sabía.  En su opinión, ya había hecho un análisis de la vida y obra de Jesús y lo calificaba como: “un maestro que ha venido de parte de Dios” Juan 3:2.  Sin duda alguna Nicodemo esperaba que Jesús se sintiera alagado por su opinión, la de un experto.  Mientras otros criticaban a Jesús, lo calificaban como un fanático, quizás un subversivo o cualquier otra cosa, Nicodemo lo calificaba como un Maestro de Dios.
  2. La manera como Jesús actuó con Nicodemo, nos permite saber cuan necesitado estaba ese hombre.  Cuando la mujer samaritana planteo un tema a Jesús, el le siguió la conversación.  Pero en este caso Jesús actuó como si no hubiera escuchado lo que este personaje le decía.  El Señor lo llevó a enfrentar su gran necesidad.  Lo condujo a una sala de cuidados intensivos espiritual.  Lo que el Señor le estaba diciendo a Nicodemo era: “No importa todo lo que tu eres.  No importa todo lo que has estudiado.  No importa tu posición social ni política.  No importa que tengas dinero.  No importa que hayas nacido en la nación que se considera escogida por Dios.  No importa que seas un religioso estricto y consecuente.  Estás perdido porque no has nacido de nuevo”. (Véase Juan 3:3)
  3. La declaración de Jesús fue tomada por Nicodemo como sumamente osada.  ¿No lo pensarían ustedes también?  Si viniera alguien a decirnos que estamos perdidos nos sentiríamos afrentados.  “Si, soy ASD, si no hago esto, ni lo otro.  Si mi estilo de vida es consecuente con los principios del la Biblia.  Si soy un buen ciudadano, si espero la venida del Señor, ¿Cómo puedo estar perdido?”
  4. Nicodemo quiso comprobar lo que Jesús le había dicho.  Leer Juan 3: 4.  Con esa pregunta Nicodemo se descalificaba como maestro de teología.  No entendió un concepto básico para un profesor de teología. Literalizó un concepto espiritual.  Además Nicodemo se aferraba a lo que era. “Señor, yo estoy bien.  No necesito cambiar.  Lo que soy es más que suficiente para ser salvo”.  Pero el Señor Jesús insistió: Leer Juan 3:5-7.  El Señor le estaba diciendo a Nicodemo “hasta ahora solo has nacido para vivir en este mundo.  Pero no has nacido para el Reino de Dios”.
  5. Y ahora Nicodemo se sintió confundido, derrotado.  Si el, con todo lo que era, con todo lo que había hecho, no era la clase de hombre que merecía estar en el cielo, entonces ¿Quién podría estar?  Si él, qué se ocupaba de estudiar la Biblia, de interpretarla, de conocer lo que decían los profetas en los idiomas originales, si el que era un estricto cumplidor de la ley, no había nacido de nuevo, ¿Entonces, como se podía nacer de nuevo?  Y en su sorpresa, chasco y angustia entonces preguntó: Leer Juan 3:9 “¿Cómo es posible que esto suceda?”
Jesús da la victoria al vencido
  1. Nicodemo estaba saliendo de su gravedad.  Ahora estaba en una situación en la que podía ser ayudado por Jesús.  Si lo que el había sostenido siempre como útil y valioso no servía para ser salvo, no lo conducía a un nuevo nacimiento, entonces: ¿Cómo nacería otra vez?
  2. La respuesta de Jesús fue exacta: Leer Juan 3:14, 15.  Jesús hizo referencia al incidente del pueblo en el desierto, cuando el pueblo por su desobediencia fue atacado por culebras venenosas. (Ver Deut. 21: 4-9).  La solución de Dios fue que se hiciera una culebra de bronce y se pusiera en un lugar donde cualquiera que fuera mordido por una de esas serpientes venenosas la pudiera mirar y sería sanado.  Para nacer de nuevo, los pecadores tenemos que mirar a Jesús.  Mientras estemos entretenidos con nosotros mismos, admirándonos, creyéndonos muy buenos, sintiéndonos orgullosos por nuestros logros intelectuales, sociales, económicos y espirituales, no naceremos de nuevo. 
Ni siquiera importa lo bueno que los demás piensen de nosotros.  Lo único que nos llevará a nacer de nuevo es mirar a Jesús con la necesidad del que se está muriendo.  Mirar a Jesús con el anhelo del que quiere ser salvo.  Cuando miras a Jesús de esa manera encuentras la solución que no entiendes pero que te saca del pecado y de la muerte.
  1. Juan 3:16 complementa al versículo 15.  Nos aclara que es mirar.  Y mirar es creer.  Creer es confiar, descansar nuestra necesidad en Jesús.  Lo que Jesús dijo es que si tú dejas tu vida en sus manos, será imposible que te pierdas.  Mientras tu vida esté en tus propias manos, será imposible que seas salvo.

Conclusión
1.     Nicodemo fue el hombre más necesitado de los que se encontró con Jesús, porque no era consciente de su necesidad.  El leproso sabía que la lepra lo estaba matando.  La mujer del flujo había hecho todo por sanarse y sabía que estaba derrotada por la enfermedad.  El ciego sabía que le faltaba la vista.  Pero Nicodemo no sabía que estaba perdido.
2.     Pero aquella noche, cuando fue a Jesús y dejó de mirarse así mismo para mirar a Jesús, entonces ocurrió el milagro.  ¡Pudo creer!  ¡Ahora había nacido de nuevo!  Cuando Jesús murió fue el junto con José de Arimatea quien reclamó el cuerpo de Jesús para sepultarlo.  El Deseado de Todas las Gentes dice que gastó su fortuna y su influencia, defendiendo la naciente iglesia cristiana (Ver DTG p.146).
3.     La Sierva del Señor, Elena G de White dice: “El pecador que perece puede decir: -‘soy un pecador perdido, pero Cristo vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.’  Él dice: ‘no he venido a llamar justos, sino pecadores’ (Marcos2:17). Soy pecador y Cristo murió en la Cruz del Calvario para salvarme.  No necesito permanecer un solo momento sin ser salvado.  Él murió y resucitó para mi justificación y me salvará ahora.  Acepto el perdón que ha prometido.”  (Mensajes Selectos t.1, p.392)
4.     ¿A quién estás mirando?  Mira a Jesús con toda tu necesidad, cree en Él y recibirás salvación.
5.      Llamado

Gamaliel Flórez

miércoles, 13 de junio de 2012

LA IMPORTANCIA DE LA ACTITUD


"De esta manera habló Moisés a los hijos de Israel; pero ellos no escuchaban a Moisés a causa de la congoja de espíritu, y de la dura servidumbre (Ex. 6:9).

Moisés fue educado en las mejores universidades de su tiempo. Era sin duda un hombre “poderoso en sus palabras” (Hch. 7:22) y, sin embargo, ante la respuesta negativa del Faraón, Moisés se desanimó. ¿Es posible que un líder se desanime? Hace algunos años una joven me preguntó si los pastores se desanimaban. Le dije que todos en algún momento nos desanimamos, es simple, somos humanos.

Ante su desánimo, Moisés recibe nuevamente directamente de Dios la promesa de que hará de Israel una nación grande, bendecida y libre; no obstante, tal parece que Moisés ve de color gris esas promesas ante la realidad nada alentadora. Es así que haciendo caso a Dios, se dirige ante los israelitas para transmitirles las maravillas que Dios hará con ellos. Es evidente que ellos no le creyeron, pues Moisés le dice a Dios: “He aquí, los hijos de Israel no me escuchan; ¿cómo, pues, me escuchará Faraón, siendo yo torpe de labios?”. Es interesante notar que Moisés cree que  los israelitas no le creyeron o escucharon porque no tiene facilidad de palabras o como él mismo dice es “torpe de labios” ¿tartamudo? No lo sé, lo que sí es cierto es que Moisés fue, en Egipto, un “poderoso en palabras y obras”.

La verdad es que Moisés no estaba en lo cierto tal como lo expresa el texto de hoy. No es lo que dices sino cómo lo dices. Moisés estaba desanimado, triste, acongojado, no estaba seguro con mucha probabilidad de lo que Dios había prometido. Hay duda y desánimo en sus palabras. A parte de eso, ¿cómo animar a otros a creer en las promesas de Dios? ¿Cómo animar a salir de Egipto, ser libres si yo no creo en esa promesa? Imagino a Moisés diciendo más o menos así: “Pueblo de Israel, dice Dios que lo que le prometió a Abraham, Isaac y Jacob lo cumplirá… bueno, no sé cómo, pues así como van las cosas… en fin, eso es lo que me dijo para decirles…”.

Hoy es un nuevo día. ¿Estás desanimado? ¿Estás seguro de lo que crees? ¿Crees realmente en las promesas de Dios? ¿Puedes animar a otros si tú mismo no lo estás? No es lo que dices, sino el cómo lo dices. No es lo que haces sino cómo lo haces. Es cuestión de actitud. Las palabras son cápsulas cargadas de medicina o veneno. Podemos construir y destruir solo con palabras.

¿Cómo estás hablando? ¿Qué estás hablando? ¿Estás transmitiendo las promesas de Dios de modo que las personas son animadas? Que el desanimo sea disipado hoy con la seguridad de que Dios va contigo, para animarte, fortalecerte pues si lo hizo con Moisés lo hará también contigo.


Pr. Heyssen J. Cordero Maraví

CUANDO HACER LO BUENO ES MALO


"Impóngales tareas más pesadas. Manténgalos ocupados. Así no harán caso de mentiras (Ex. 5:9).


¿Es posible pecar haciendo cosas buenas? La respuesta es que, sí. Trabajar es bueno, pero cuando el trabajo es absorbente y motiva a descuidarnos de servir a Dios como Él quiere, entonces, el trabajo no es  más una bendición.
Vivimos en un mundo acelerado, cada uno busca lo mejor, superación y comodidad. Y eso, tristemente, lo sabe el enemigo.

Cuando Moisés y Aarón se presentaron ante el Faraón y le dijeron que era necesario que el pueblo de Israel vaya a servir a Dios al desierto, el rey de Egipto se opuso a esta demanda diciendo: “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel” (Ex. 5:2). Sin duda esta respuesta es también conocida hoy. El Faraón de la actualidad es el diablo, el enemigo de Dios, el que no desea que sus hijos salgan de Egipto para servir a Dios. Y para ello es astuto, sabe que para impedir que la gente salgan de Egipto lo más sencillo y sutil es “mantenerlos ocupados”.

El monarca de Egipto sabía que “manteniendo ocupado” a los esclavos no se darían cuenta de su condición triste y por ende no harían caso al portal de libertad que Dios les ofrecía. Sucede lo mismo hoy. Cuántos hombres y mujeres viven ocupados en Egipto, estresados por el trabajo, por el horario, por el sueldo y el sobre tiempo. Trabajan en demasía y a la verdad todo lo que ganan no les pertenece pues en condición de esclavos todo lo que ganan y tienen le pertenece a un amo, y ese amo, duro como parezca es el enemigo. Es por ello que cada fin de mes, el dinero viene y se va como entre los dedos. No es tu dinero, trabajaste tanto para gastarlo en bebidas, en borracheras, en cosas vanas que después de disfrutarlas simplemente te lamentas una y otra vez.

Hace algún tiempo conocí a Dolores, cerca de su casa realizamos una serie de conferencias. Una de esos días, por cosas de la vida, fui a su bodega a comprar una botella de agua. Antes de salir de aquél lugar le pregunté si sabía de lo que ocurría en el auditorio a media cuadra de su casa. Ella me dijo que sí. La invité y me dijo que no podía ir porque tenía “mucho trabajo” y “estaba muy ocupada”. Al día siguiente la volví a visitar y en una conversación amena me confesó hace muchos años fue adventista y que por motivos de trabajo se fue alejando poco a poco de la iglesia.

Hoy es un nuevo día. ¿Tu trabajo está impidiendo a que sirvas completamente a Dios? ¿Sientes que el trabajo en exceso te mantiene ocupado de modo que has descuidado de tu servicio a Dios? Que tu trabajo, tus estudios, tu familia no sea un obstáculo a tu servicio al Señor.

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví

FIDELIDAD TOTAL


"Y aconteció en el camino, que en una posada Jehová le salió al encuentro, y quiso matarlo (Ex. 4:24).


En su encuentro con Dios, Moisés, después de presentar argumentos del porqué no era el más indicado para libertar el pueblo de Israel de manos de Egipto y ver cómo Dios le refutaba con mucho amor, finalmente el yerno de Jetro aceptó ir a Egipto. En la vida cristiana muchas veces ocurre lo mismo, nos resistimos a cumplir lo que Dios con tanto amor nos pide, presentamos “argumentos” increíbles: “no tengo tiempo suficiente”, “no soy capaz de hacerlo”, “soy muy joven”, “ya no tengo las fuerzas”, etc. No obstante, Dios siempre nos dirá “¿qué tienes en tus manos?” porque para Él eso es lo único que importa y con eso que “tienes” sea mucho o poco, Dios hará maravillas.

En esta ocasión, Moisés va junto a Séfora, su esposa y a Gerson y Eliezer, su dos hijos rumbo a Egipto, pero en el camino mientras pasaban la noche se les presentó un ángel de Dios en forma amenazadora. Sin explicación alguna, al ver este cuadro no grato, Moisés recordó que en su vida, algo no estaba bien. Recordó que había desestimado un mandato divino por influencia de su esposa, no había circuncidado a su segundo hijo, a Eliezer.
Ante esta escena escalofriante, Séfora, entendiendo que ella era la responsable de esta omisión, pues se había opuesto por pena al dolor que sufriría Eliezer, por restarle importancia a algo que probablemente ella no compartía ni entendía por ser madianita, no lo pensó dos veces y con sus propias manos circuncidó a su menor hijo.

Dios no podía hacer maravillas a través de Moisés sino hasta cuando su vida esté completamente a cuentas con Él. Moisés y Séfora entendieron que Dios les pedía el 100% de su vida, no un 50%. Todos los que aceptamos a Cristo fuimos elegidos para cumplir una misión al igual que Moisés, la misión de libertar de Egipto a muchas almas, pero antes de ello, debemos estar a cuentas con Dios.

Hoy es un nuevo día, ¿qué es lo que Dios demanda de tu vida, tu familia, tu ministerio y aún no lo has hecho? ¿Hay algo que sabes que debes hacerlo y no lo hiciste por influencia de tu esposa, tus amigos, tus familiares? ¿Estás a punto de iniciar una obra sagrada y no estás a cuentas con Dios? ¿Crees que nadie lo sabe, que son cosas personales y que no importa? Moisés y Sara entendieron con dureza que a Dios hay que servirle completamente. Sin lugar a dudas, a Eliezer le tocó la peor parte. Ser circuncidado en el desierto, sin las mejores atenciones.
Los líderes deben ordenar su casa antes de salir a libertar a los oprimidos. Podemos hoy como Josué decir:yo y mi casa serviremos a Jehová (Jos. 24:15). Vayamos a Egipto a cumplir la misión, pero a cuentas con Dios.


Pr. Heyssen J. Cordero Maraví

Dios no necesita "ayuditas"


"Pero Moisés le dijo a Dios: “¿Y quién soy para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?”” (Ex. 3:11).

En el palacio de Faraón, Moisés  recibió educación en las mejores universidades de sus tiempos. Fue entrenado civil y militarmente como el sucesor del trono de su abuelo adoptivo pues “Fue enseñado Moisés en toda sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras” (Hch. 7:22). Y “Su habilidad como líder militar lo convirtió en el favorito del ejército egipcio, y la mayoría lo consideraba como un personaje notable(Patriarcas y profetas, pp. 250).
Era un líder capacitado. Dios había triunfado en su plan y el enemigo había fracasado en cambio, pues el decreto de muerte que tenía el objetivo de matar a Moisés, fue usado por Dios para que el niño Moisés sea educado y capacitado como el futuro paladín del pueblo elegido de Dios.

Moisés era consciente de quién era y qué es lo que Dios había trazado para su vida. Los ángeles habían comunicado a los ancianos de Israel que la opresión y humillación en Egipto tendrían su fin y que Moisés era el elegido para libertarlos.  Moisés sabía de labios de los mismos ángeles que él sería el libertador de las “garras” egipcias y se sentía seguro de lograr ese afán.

Como todo joven impetuoso y osado, en su deseo de cumplir el propósito de Dios para con su pueblo, creía fehacientemente que la libertad sería obtenida con fuerza y armas, estrategias militares y discursos portentosos. Olvidaba sin duda que la batalla del Señor se libra “No con ejército, ni con fuerza, sino con” el Espíritu de Jehová (Zac. 4:6). En uno de esos días, Moisés vio a un egipcio golpeando a un israelita, no soportó ese cuadro y le dio muerte al agresor. Nadie vio esa escena sino un israelita. “Él pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya; mas ellos no lo habían entendido así” (Hch. 7:25). Moisés pensó que era el día en que el pueblo de Dios debía levantarse contra el país opresor y proclamarlos como libertador, pero fue grande su decepción cuando un día queriendo intervenir como un pacificador y líder recibió una dura respuesta de labios de un israelita: ¿Quién te ha puesto por gobernante y juez sobre nosotros?” (Hch. 7:27). Huyó de Egipto porque Faraón se enteró de la muerte del egipcio y de los propósitos de Moisés detrás de este significativo evento.

Moisés no estaba preparado para ser libertador según la agenda divina. Debía aprender que el tiempo  de Dios es muy diferente al tiempo de los hombres. Debía aprender a confiar enteramente en Dios, debía aprender así como Abraham y Jacob que Dios no necesita “ayudaditas” para cumplir sus propósitos y promesas. 40 años vivió Moisés en Madián, en el desierto como pastor de ovejas, haciendo el trabajo más repugnante para un egipcio, pero no le importaba mucho. Aprendió a obedecer, desarrolló hábitos de atento cuidado, abnegación y cuidado por su rebaño. Ninguna otra educación humana podría haber enseñado a Moisés las experiencias vividas. En el desierto, rodeado de la creación de Dios, su orgullo fue golpeado y aprendió a depender del Pastor y llegó a ser “muy manso, más que todos los hombres que había en la tierra” (Nm.12:3).
Es en ese contexto que un día, después de cuatro décadas, tiene su encuentro con Dios, con el que le había elegido para ser el libertador del pueblo israelita. Y cuando Dios le pide que vaya a Egipto y liberte a su pueblo naturalmente dice: “¿Y quién soy para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?”” (Ex. 3:11). La declaración anterior carga lecciones grandiosas. El hombre que un día estaba dispuesto a liderar las huestes israelitas contra Egipto, el que desbordaba autosuficiencia ahora no se siente capaz de haber tal obra. Dios había logrado su propósito. Moisés no era el mismo.

Hoy es un nuevo día. Será que estás viviendo en las cortes de Egipto, en las cortes de la comodidad, de la autosuficiencia, del orgullo y lleno de conocimiento para poder hacer las cosas de Dios en un “santiamén”. Recuerda, Dios no necesita “ayuditas” para cumplir sus promesas. El tiempo de Dios es muy diferente al tiempo del hombre. Es necesario aprender, como Moisés, a depender de Dios en vez de nuestras capacidades.

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví

DIOS NO HARÁ LO QUE PUEDES HACER


"Cuando ya no pudo seguir ocultándolo, preparó una arquilla de papiro, la embadurnó con brea y asfalto y, poniendo ella al niño, fue a dejar la cesta entre juncos que había a la orilla del Nilo”" (Ex. 2:3).


Después de hacer fracasado en sus planes respecto a matar a los niños varones, la orden del Faraón fue muy clara: “¡Tiren al río a todos los niños hebreos que nazcan! A las niñas déjenlas con vida” (Ex. 1:22).

En esos días nació un niño, hijo de Amirán y Jocabet y, ante la amenaza de fuera ahogado en el río Nilo decidieron esconderlo, pero no pudiendo hacerlo por mucho tiempo, con lágrimas y mucha pena, con oración sincera a Dios construyeron una arquilla para el niño.

La palabra arquilla  viene de la raíz hebrea tebah que significa propiamente “caja”. Curiosamente esta palabra es solo usada en el relato del diluvio en Génesis para referirse al arca de Noé. El arca de Noé y la arquilla de Moisés, ambos fueron construidos por manos sencillas, pero piadosas, de materiales frágiles (madera y juncos) pero usados por Dios con un propósito claro y definido,  el arca como medio de salvación para el remanente de Dios, y la arquilla como medio de salvación usado por Dios para salvar al libertador del remanente de Dios.

Vivimos en medio de un Gran Conflicto, el enemigo de Dios hace cuanto puede para que los planes de Dios no se lleven a cabo, sin embargo, ¡qué maravilloso es saber que Dios tiene el control de la historia de la humanidad! 
Dios cumple sus planes aunque éstos parezcan imposibles al ojo humano, no obstante debemos como Jocabet:

1.   Hacer todo lo que está a nuestro alcance. Dios no hará lo que podemos hacer pero sí hará lo que nosotros no podemos hacer.

2.   Confiar en la providencia de Dios. Dios cumple sus promesas y sus planes se realizan aunque tenga que usar a buenos y “malos” para cumplir sus designios (usó a la hija del Faraón para preservar la vida de un niño al que ella sabía que la muerte le esperaba por orden de su padre).

¿Cómo estás? ¿Cómo has amanecido? ¿Qué problema agobia tu vida? ¿Estás viviendo una amenaza de muerte? Probablemente te encuentras en circunstancias como las que le tocó vivir a Jocabet y a su esposo. ¿La enfermedad, las deudas, los estreses de la vida parecen que los van a hundir y ahogar en el río Nilo de la desgracia? ¿No hay solución aparente? No temas, ve hoy y enfrenta el día con la seguridad de que si haces todo lo que está a tu alcance, Dios hará lo que no puedes hacer.

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví

Cuando el pueblo de Dios crece


"Y le dijo a su pueblo: “¡Cuidado con los israelitas, que ya son más fuertes y numerosos que nosotros! Vamos a tener que manejarlos con mucha astucia…”" (Ex. 1:9,10).


Se levantó un nuevo rey sobre Egipto. Se olvidaron de aquél sabio de Israel que los salvó de la hambruna y los convirtió en un país próspero en medio de otros países sumidos en el caos de la escasez de alimentos. Pero así es la vida, muchos hoy recurren a Dios en tiempos de desgracia, cuando los médicos le han desahuciado, cuando la crisis económica ha hecho pedazos su familia, su empresa. No obstante, cuando las cosas van bien, cuando hay abundancia, ¿quién se acuerda de Dios?
Este nuevo Faraón recurrió a una exageración sin duda: “¡Cuidado con los israelitas, que ya son más fuertes y numerosos que nosotros!”, puesto a que Egipto había sido una nación grande durante varios siglos.

Cuando el pueblo de Dios no crece, no se expande, no alcanza a otros, no crece en infraestructura y viven en mediocridad, el enemigo está conforme. Al diablo le gusta que el pueblo de Dios sin crecer. Pero el pueblo de Dios nació para crecer, para expandirse, pues “el evangelio de Cristo es agresivo y expansivo” SC, 17.
El Faraón, tal como el Diablo en el Edén usó la “astucia” para debilitar, sino destruir al pueblo de Dios con dos planes:
1.   Trabajo en exceso. Los egipcios los oprimían con trabajos rudos, los molestaban con dureza, les amargaron la vida con dura servidumbre, haciendo ladrillos de barro y en toda labor del campo les obligaban con rigor. En la actualidad sucede lo mismo, el enemigo usa el exceso de trabajo para debilitar al pueblo de Dios. Muchos cristianos viven afanados en trabajar y trabajar que descuidan su devoción personal y sin darse cuenta van haciendo lo que el diablo quiere. El trabajo es bueno, pero el exceso de trabajo motiva a no darle a Dios el primer lugar.
2.   Matando a sus hijos. Usó a dos mujeres, a Sifra y Fúa, parteras muy conocidas en esos tiempos para que realicen su maquiavélico plan: “matar a todos los niños varones”. Sin embargo, las egipcias demostraron que es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres (Hch. 5:29) y Dios las prosperó. El enemigo, se ha empecinado desde el principio con las familias. Ataca con fuerza y dureza a los hijos con el afán “matarlos”. En la actualidad muchos de nuestros hijos son arrastrados por el lazo de muerte del diablo, ¿qué estamos haciendo por ellos?

Hace algún tiempo conocí a Brigith. Entre lágrimas me contó que no entiende a Dios ni sus planes –“Cada vez que decido avanzar sin mirar sino a Cristo, siento que el enemigo hace hasta lo imposible por destruir mi hogar, mi familia, mi vida…”- Leímos el texto de hoy, y después de algunos minutos ella entendió que el enemigo nunca está tranquilo cuando los hijos de Dios crecen, pero así también, Dios nos promete estar “todos los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20) para sostenernos y protegernos.
Hoy es un nuevo día, un día para crecer en Cristo, para que crezcas en todos los aspectos de tu vida y darle la contra al enemigo, pues Dios, está contigo, y si Dios es contigo ¿quién contra ti? (Rom. 8:31).

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví
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