miércoles, 17 de octubre de 2012

JEHOVÁ ES MI PASTOR EN TODAS LAS CIRCUNSTANCIAS


Salmos 23:1-4
Tema: Cuidado de Dios por sus Hijos
Proposición: Dios pastorea de sus hijos en todas las circunstancias.

División:
I  JEHOVÁ ES MI PASTOR  (v:1)
II JEHOVÁ PASTOREA EN PASTOR VERDES Y AGUA DE REPOSO (v:2)
 III JEHOVÁ  ME PASTOREA EN VALLE DE SOMBRA Y DE MUERTE (v: 4)

Propósito específico:
Que cada miembro de iglesia  vuelva a casa entendiendo y sintiendo que Dios estará con él en todas las circunstancias de la vida.

Palabra Reguladora:
Afirmaciones

Pr. Héctor Roncal Salazar

jueves, 4 de octubre de 2012

Llamados a ser profetas de Dios


"Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare" (Dt. 18:18).


Alguien que primero recibía instrucciones de Dios y luego las transmitía a la gente era un profeta. En el Antiguo Testamento ésta dinámica era bien marcada: (1) Recibía el mensaje y (2) la transmitía el mensaje al pueblo. El primer aspecto (recibir el mensaje) era variado. A través de teofanías, visiones, sueños, etc, el profeta recibía el mensaje para que después cumpla con el segundo aspecto (transmitir el mensaje) en lenguaje humano a destinatario que Dios le designó.

Moisés fue profeta e inspirado por Dios dice "Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos", aunque se refiere a los profetas que le sucedieron a Moisés, la declaración va más allá de un profeta común, sino que se refiere a Cristo mismo, el mayor y mejor profeta que hubiera existido ya que el verso se refiere a "profeta" y no "profetas", en singular y no en plural. Cristo era el verdadero profeta que había de venir al mundo (Jn. 6:15). No obstante, las funciones de un profeta o el ministerio se refleja en lo que Cristo mismo dijo e hizo: "Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras" " (Juan 14: 10; cf. Juan 16: 13, 14; 5: 45, 46)". 

Indudablemente el ministerio de Jesús ejemplifica la labor de un verdadero profeta de Dios. Él era el profeta anunciado por Moisés. Cristo trajo el mensaje de Dios directamente y la transmitió tan perfectamente, sin corrupción ni mancha.

No obstante, así como a Jeremías Dios le constituyó por profeta a las naciones, cada sacerdote (1 Ped. 2:9) es llamado a ser un profeta, un mensajero de Dios, un heraldo de Dios que recibe el mensaje de Dios (a través de la Biblia y del Espíritu de Profecía) para transmitirla al mundo pecador. Hay necesidad de mensajeros fieles, que no hablen sus palabras, sino que hablen y proclamen la palabra de Dios tal y como lo hizo Cristo mismo.

Vayamos hoy delante de Dios pidiéndole que nos renueve y nos capacite para ser profetas según Su corazón.

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví


miércoles, 3 de octubre de 2012

Lo mejor de lo mejor a Dios

Los sacrificios ofrecidos a Dios deben ser perfectos. (Dt. 17:1). 


Desde que el hombre hubiera pecado en el Edén, y por consecuencia el sacrificio de animales para cubrir la desnudez de Adán y Eva (Gn. 3:21) se efectuó como figura a lo que Cristo haría en la cruz del calvario 4000 años después aproximadamente, cada israelita sabía bien claro que todos los sacrificios eran sencillamente la prefiguración o anunciación del Mesías (Jn. 1:29).
Caín y Abel tenían conocimiento de ello, es por ello que Dios se desagradó de Caín cuando éste con atrevimiento ofreció "frutas y semillas" en vez de "ofrenda con sangre" (Gn. 4:4,5). Así todos los descendientes de Adán y Eva sabían que los sacrificios y ofrendas eran una sombra o tipos de lo que sería el Mesías en la cruz del calvario.

El verso de hoy es categórico, "los sacrificios a Dios deben ser perfectos". Este pedido se entiende si se tiene en cuenta que los sacrificios simbolizaban a Cristo (1 Ped. 1:19). Definitivamente, su valor real y literal tenía mayor fuerza antes que hoy. Cuando Jesús murió en la cruz del calvario por cada uno de nosotros a fin de que podamos ser redimidos del pecado, sencillamente abolió todo tipo de leyes ceremoniales pues ellas simbolizaban a él y a su muerte.

En la actualidad, como hijos de Dios debemos tener en cuenta el principio del pedido de Dios, es decir, que lo que le demos a Dios debe ser algo que no tenga "mal" o "fallas", no las sobras ni cosas corruptas sino que deben ser "perfectas", "especiales" y "dedicadas" solo para Dios. A Dios no debemos ir con las manos vacías, pero ello no indica ni insinúa a llevar "cualquier cosa", en preciso ir a Dios con lo mejor de nosotros para su servicio, proceder de manera contraria es simplemente mostrar desprecio por Él. No vayamos a Dios con lo que nos sobra, nos cuesta poco o nada. Vayamos a Dios con lo mejor de nosotros pues él nos pide lo que nos ha dado ya.

Hoy no llevamos sacrificios a Dios, pero llevamos ofrendas y diezmos, tesoros que recibimos de Él colocamos a su servicio. ¿Deberíamos considerar el principio de dar lo mejor a Dios? Pablo dice que cada uno de nosotros somos "sacrificio vivo" (Rom. 12:1) entonces, debemos presentarnos a Dios con lo mejor que somos y tenemos.

Vayamos a Dios como sacrificio perfecto, no porque seamos infalibles, sin manchas ni mal, sino porque nos pusimos en las manos de Dios para que Él nos haga aptos y nos aceptes por su Justicia en ofrenda agradable.

Pr. Heyssen J. Cordero Maraví

martes, 2 de octubre de 2012

Dios no pide lo que no da

Y ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías; cada uno con la ofrenda de su mano, conforme a la bendición que Jehová tu Dios te hubiere dado(Dt. 16:16 y 17).

Dios no pide ni más ni menos de lo que ya nos ha dado. Es interesante notar la frase: “conforme a la bendición que Jehová tu Dios te hubiere dado” para que usted vea que incluso la misma ofrenda que cada individuo habría de traer a presentar delante de Dios era circunscrita dentro de la medida de lo que Dios le hubiere dado a cada uno. Es decir, que Dios es el que determina cuándo y cuánto habrá de darnos, y en consecuencia no espera más ni menos de nosotros que vivamos conformes a esa bendición suya otorgada a cada uno en lo particular.

Los versos de hoy son la conclusión de las tres fiestas del pueblo de Israel que tenían el propósito de hacerles recordar su orígenes, de dónde salieron y cómo los rescató Dios. En agradecimiento a las maravillas de Dios por cada uno de ellos, en cada fiesta, los israelitas debían presentarse delante de Dios sin las manos vacías, es decir con ofrendas. Ahora, as ofrendas que debían presentar a Dios debían ser en base a las bendiciones de Dios. Eso es lo que Dios pide, “conforme a la bendición que Jehová tu Dios te hubiere dado”. Comprender ésta verdad de oro es extraordinario, saber que Dios nos da todo, hasta lo que le pertenece.

No hay excusas para no darle a Dios lo que le corresponde. No hay motivos para presentarnos delante de Dios con las manos vacías. No es posible sencillamente porque Dios nos pide que ofrendemos (o diezmemos) no de lo que no tenemos, sino de lo que Él mismo nos ha dado.

Finalmente, alguno podría decir, pero en la actualidad ya no hay fiestas. No hay fiesta de la pascua, de las semanas y de los tabernáculos. Es cierto, éstas fiestas tuvieron su fin en la cruz del calvario con la muerte de Cristo por nuestros pecados. No obstante, cada uno de nosotros hoy vive una fiesta cada sábado, recordando también de dónde salimos y a dónde nos desea llevar Dios "para que vivas y heredes la tierra que Jehová tu Dios te da" (Dt. 16:20).

No hay motivos, razones ni excusas para presentarse delante de Dios con las manos vacías, Él nos bendice, y de ello debemos ser agradecidos, por eso, pero por sobre todo porque nos libertó y sacó de Egipto.



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